Ni contigo ni sin ti.

|

Me siento en el borde de mi cama. Subo las piernas y las coloco hasta encontrar la postura perfecta, la que me haga estar tranquila, agusto. La miro, de frente. Mi cara está seria. No suena nada entre estas cuatro paredes. Sólo estamos ella y yo. Frente a frente. Ojos clavados en su color, su forma. Comprendo que mi vida ahora es así. Que yo estoy así ahora. Como una tortuga. Siento un caparazón tan grande en mí que no deja que nada que me golpee me haga daño. A veces asomo mi cabeza para ver que hay fuera. Si me siento amenazada, mi cabeza vuelve dentro. Donde nada me molesta. Donde tú no estás. Pero si te escucho, no puedo evitar asomarme. No puedo y a veces no quiero seguir dentro de mi caparazón. Me gusta quedarme mirándote, que cuando te alejas de mi lado disimules como si no supieses que te sigo con la mirada todos los metros que andas hasta llegar a tu silla. Rompe mi caparazón, rompe los días malos. Y vuelve a abrazarme cerca de tu pecho. Todavía no he encontrado unos brazos que me den la tranquilidad que los tuyos me daban.



¿Me esperas?

0 comentarios:

Enviar um comentário