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Es entonces cuando te das cuenta de que has estado todo este tiempo en una mentira. Lo miras. Ya no es él que era. Ha cambiado su voz, su sonrisa, su mirada. Ahora no hablais. Pero tú sigues ahí, pensando sola. Recordándole sola. Te gusta hacerlo. Añoras ese tiempo mejor. Ya no lleva tu pulsera. Tampoco se da cuenta cuando estás cerca. Su olor ya no llega a ti. Pero por masoquismo tú sigues allí, encerrada. Sí, fuiste tú. Pero las cosas no iban bien. Los gritos, palabras, discusiones. Creías que era la mejor opción. Quizás te equivocaste, quizás no. Pero todo lo que tiene un principio tiene un final. Y confio, es más, estoy segura que saldrás de esto. Lo sé.